El lenguaje del cuerpo tiene una melodía que entra por los poros de la piel. Una mirada hiere más que mil palabras.
Nos discutimos, nos abrazamos pero sigo viendo el rencor en tu mirada. Recibo los sentimientos a través de tus ojos. No puedo dejar de sentirlo, no estoy en paz.
Sé dentro de mí al escribírtelo se va a hacer real y me da miedo. Soy humana, y a veces pretendo ignorar lo que sucede porque así no lo siento como real. Mi software de coach en la vida personal no siempre se activa, y olvido todo lo que sé por un momento.
Yo soy de dialogar, qué le vamos a hacer, me gusta la armonía, hacer las paces, que estemos todos bien. Pero…¿y qué pasa cuando discutimos?
Discutir, hablar, polemizar, no estar de acuerdo, para mí no es un problema tener visiones distintas sobre un tema, sin embargo lo que me lleva de cabeza es el lenguaje corporal.
Podemos llegar a una acuerdo, pasar página pero yo sigo viendo en tu mirada el rencor, veo la tristeza, la ira. Se fue el cariño. Me digo veinte veces que el otro tiene derecho a sentir, a procesar a gestionar o no sus sentimientos. Es más, puede que sus sentimientos se le hagan bola como los niños cuando mastican un amasijo de carne que llevan horas triturando y no consiguen tragar.
Tu mirada se me hace bola a mí, me hiere. No puedo evitarlo. Y en ese momento entro en una tristeza profunda, en un lugar oscuro dentro de mí y de difícil acceso. Me encierro en mi pozo, noto la humedad de la tristeza, la dureza de la piedra insensible de la que me envuelvo para protegerme y apenas veo la luz que entra.
¿A ti te pasa?
Luego me doy cuenta que ese pozo lo he creado yo, nadie me ha obligado a bajar, nadie me ha empujado ni me ha tirado dentro. Mi primer instinto es culpar, pensar que es el otro que no gestiona bien, que no me sabe entender, que no me ayuda. ¿Por qué no ve que en ese momento no soy capaz de hacer otra cosa?
Recupero una frase sabia de una maestra que conocí que me dijo: Puedes autosostenerte. Eres fuerte.
Mi primera reacción fue: !Pero qué dices!
Ahora lo veo, que gran razón tenía. Mis emociones son mías, yo no puedo cambiar como se siente el otro pero puedo gestionar mis emociones. Es mi trabajo, el pozo es mío y nadie más que yo tiene la responsabilidad.
A veces pienso que no puedo sola, que necesito a alguien que sostenga mis emociones como si el otro fuera un muro de carga.
Yo soy capaz de sostener este muro, sentir su peso aunque a veces hiere. Tu también puedes.
No es la mirada, es lo que sientes con su mirada.