Cuántas veces me he creído a pies juntillas el discurso de otra persona sobre mí. He dejado que entre dentro de mí y me defina.
He apartado lo que yo pienso y sé que soy, lo he cuestionado, lo he cortado a trocitos y se me ha diluido. Escuchando críticas, escuchando y pensando si tenían razón me he perdido.
Me he perdido a mí misma. He dejado que lo que los demás piensan de mí se convierta en verdad porque me lo he creído. Ya no más.
Basta. Se ha acabado. Yo sé quien soy. Y tú, el que criticas, el que solo ves la molestia que te causo y buscas las razones en mí, estás equivocado. A mí ya no me afecta, ya no me llega, ya no me define.
No me hiere. Tu opinión sobre mí tiene más que ver contigo que conmigo.
Cada uno con su concepto de sí mismo. Yo decido quién soy. Y cuando me criticas, escojo. Escojo que partes creo y quiero mejorar y que partes descarto.
Descarto las proyecciones, las expectativas, las decepciones, las profecías autocumplidas. Tu visión de mí no me define, me ayuda a mejorar en lo que yo decido, pero no la voy a tragar a pies juntillas como si tu verdad fuera mi verdad.
Y tu amiga. Aplícate el cuento. Que en el espacio de víctima no hay nada que hacer, en el empoderamiento es donde hay control y decisión. Bienvenida al otro lado.

Es fea y me da placer. Placeres ocultos sobre las exnovias feas de tu pareja
Ya lo sé. No queda muy bien decir esto pero seamos honestas. Es un pensamiento que cruza nuestra mente cuando vemos la foto de la