De los «pongo» a los elijo en Navidad

Ya nos vamos acercando a la Navidad. Si ya sé, estamos en noviembre, pero las calles ya empiezan a llenarse de escaparates de rojo y seguro estás pensando en la ardua tarea de: ¿Y yo ahora qué le regalo?

Tenemos los clásicos, que si colonia, los calcetines de cada año. Tenemos de todo y más, y acabamos con «los pongo», esos objetos extraños que no sé dónde los pongo que aparecen por Navidad.

La figurita que me han regalado, los duplicados, las colonias que no nos gustan y que entre tú y yo sabemos que algunos regalos acaban en el fondo de un cajón o reenvueltos para regalo para quitarnos de un apuro de aquello que no nos ha gustado.

Tenemos más cosas materiales que días en el calendario para usarlas y muchas no son ni necesarias ni útiles. En mi casa tenemos un pacto para Navidad que te comparto aquí: Los regalos deben ser experiencias.

Para vivirlas, para sentirlas, para atesorarlas, porque no hay nada que perdure en el tiempo más que el recuerdo, la experiencia vivida, el aprendizaje.

Así que para Navidad siempre me pido o me autorregalo:

– Una experiencia de autocuidado, invertir en mi bienestar

– Una experiencia de aprendizaje, perseguir un interés, un hobby, una inquietud

– Una experiencia de diversión, algo que quiero hacer por qué sí

Pídete experiencias para Navidad. Solo tienes que decirlo y tus deseos se cumplirán. Sí, ya sé, nos gustaría que el otro tuviera una bola mágica y supiera exactamente que es lo que quieres y necesitas. Vamos a ser honestas, pasa poco porque nadie tiene una bola mágica. Pedirlo no lo hace menos bonito, que el otro acceda a tu elección es maravilloso.

Seguro que conoces a alguien que no sabe por dónde tirar, quizás ha salido de una relación y está en un espacio de limbo, está perdida a nivel laboral y necesita explorar distintos caminos o simplemente no sabe por dónde empezar.

Normalicemos regalar autocuidado, que de «pongos» tenemos las estanterías llenas de casa, pero la alacena del alma bastante vacía.

Muchas veces me preguntáis: Oye Meritxell, pero como va esto de una sesión.

Te lo explico como una metáfora:

Imagínate que te subes a un taxi, yo soy el conductor y te pregunto:

– ¿Dónde quieres ir?

– A encontrar mi paz interna, aunque todo a mi alrededor esté revuelto.

– Vamos para allá, abróchate el cinturón.

En ese momento yo cojo el GPS y marcamos una ruta conjunta. Hay veces que es una ruta corta, hay una parada solamente (una sesión) y hay otras veces que hacemos varias paradas en el camino. Vamos lentas porque vamos lejos.

La sesión «deshaz el nudo» es esa primera parada para que te hagas una idea de dónde estás y podamos hacer juntas el trayecto.

Yo solo conduzco, tú decides el destino.

¿Te subes al taxi?

¿Y tú qué opinas?
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