Aii… Los cambios. Ya sabes que los cambios no te gustan, ni a ti, ni a mí ni al más sonriente y feliciano del mundo. Si el cambio fuera una habitación seguramente sería una habitación pequeña llena de trastos viejos y nuevos artilugios de dudosa utilidad y sin conexión alguna entre ellos. Una nevera, un mono tocando los platillos, una bicicleta, basura por el medio, un rail de tren a medio hacer, agua entrando por la ventana…
Lo más difícil del cambio es sin duda la novedad, es nuevo. No hay referencias, no lo has hecho antes, no se parece en nada a lo que conoces. Cuando hay un cambio ya sea interno o externo lo primero que llega es el shock. Es como si el cambio nos atropellara. Como si estuvieras en esa habitación y te estuvieras mojando, pasará un tren por encima de tus pies, una bicicleta haciendo sonar el claxon, el sonido de los platillos en tu cabeza… Todo sucediendo a la vez.
Es nuevo, es todo distinto a como era y estás desubicado. No sabes por dónde empezar a reordenar está habitación.
El primer paso es ajustarse a la novedad. Ponerse ropa que no nos importe ensuciarnos y entrar en esa habitación a tomar decisiones. ¿Arreglo la fuga de agua o transformo la habitación en una piscina? ¿Saco la vía del tren o me interesa tener una estación aquí?
Lo más difícil del cambio no es aquello nuevo que entra sino decidir qué sale y qué decisiones tomar con todo lo que hay o lo que debe venir para que ese cambio suceda.
Inevitablemente hay una transformación, ya no existe aquello que conocías y debes hacer algo distinto. ¿Pero qué? Empiezas a andar de puntillas para que no se mueva nada. Observas y te pones a trabajar. A sacar trastos, a limpiar, a enmasillar esta habitación, a poner suelo, a abrir las ventanas y lavarles la cara.
En todo cambio hay un proceso de transición en el que dudas, por un segundo vuelves a meter al mono con los platillos dentro de la habitación. Te das cuenta de que no le pertenece estar ahí, lo sacas. Te frustras, te enfadas, celebras las pequeñas victorias y lloras las derrotas. Tomas una decisión y reculas. Esto va sucediendo y sin darte cuenta está ocurriendo: estás haciendo modificaciones en tu día a día y voila ya cambió.
Ahí está. Parecía que no llegaba, pero sin darte cuenta ya no hay ruido, no hay fuga de agua. Tienes una habitación con parquet, las paredes pintadas de color beige, una ventana abierta por la que entra una brisa.
Una brisa de satisfacción de haberlo hecho y huele a cambio de nuevo. Te estresas quieres huir del cambio. La vida trae vientos de cambio constantes por una razón: es la única forma de aprender, de tomar decisiones nuevas. Es el reto que tenemos como humanos, pasar pantallas de cambio, luchar contra los monstruos que tenemos y los que nos inventamos.
Abraza el cambio. El proceso es largo, duro y cansino, pero al final del camino miramos atrás y no nos imaginamos la vida anterior, sino la de hoy que incluye el cambio.
¿Qué cambio estás transitando? ¿En qué paso estás: shock, ajuste, transformación, transición?
Te acompaño en el cambio.